By ANTONY # BEEVOR
Antony Beevor reconstruye en este libro los angeles última gran batalla europea de l. a. Segunda Guerra Mundial y los angeles estremecedora agonía del Tercer Reich. Con rigurosas técnicas documentales semeejantes a las empleadas en Stalingrado pero con mayor aliento épico y más densidad política, Beevor combinar como nadie un extraordinario tal ento de militar e historiador con unas dotes narrativas fuera de lo común para describir tanto los angeles complejidad de las grandes operaciones militares y los angeles lógica de las decisiones de sus mandos como los sentimientos de l. a. gente común atrapada en un torbellino de fuego y metralla.
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En la ciudad se hallaban asimismo atrapados cerca de doscientos mil civiles sin apenas alimentos. Esto obligó a que más de dos mil mujeres y niños emprendieran cada día el arriesgado viaje a pie, sobre el hielo, hacia una Pillau ya superpoblada hasta la desesperación. Cientos de ellos llegaban incluso a aventurarse entre la nieve en dirección a las tropas soviéticas con el objeto de mendigar comida y encomendarse a su dudosa caridad. El primer vapor que zarpó de Pillau con mil ochocientos civiles y mil doscientos heridos no llegó a un lugar seguro hasta el 29 de enero 29.
Tanto guardias como reclusos se vieron obligados a recorrer a pie desolados paisajes cubiertos de nieve sin tener la menor idea de cuáles eran la dirección adecuada ni el objeto de su huida. Cierto día, avanzada la tarde, una columna de prisioneros británicos pasó al lado de un nutrido grupo de presos soviéticos que cubrían sus pies desnudos con harapos dispuestos a modo de venda. “Sus rostros famélicos, pálidos —escribió Robert Kee—, contrastaban de un modo espeluznante con la espesa barba negra que los cubría.
Lo siento por los niños, camarada capitán, aunque sean pequeños alemanitos” 28. Las autoridades soviéticas, sin duda guiadas de la intención de liberar a Stalin de cualquier responsabilidad en el desastre de 1941, habían logrado inculcar un sentimiento de culpabilidad colectiva en el pueblo soviético por haber permitido que su patria se viese invadida. Tampoco cabe dudar de que la expiación de una culpabilidad reprimida aumenta la violencia de la venganza. Con todo, existían otros motivos mucho más directos para este empleo indiscriminado de la fuerza.